Las leyendas de Costa Rica son un conjunto de relatos y tradiciones folclóricas, ubicadas dentro del género narrativo popular, referidas a algún suceso maravilloso irreal, pero con huellas de realidad, donde se determinan temas heroicos, de la historia patria, de seres mitológicos, de almas en pena, de seres sobrenaturales o sobre los orígenes de hechos o lugares, los cuales se considera que realmente sucedieron y en los cuales se cree.
En aquellos tiempos en que los conquistadores españoles ocupaban
nuestros territorios, dos de ellos, perdidos en los rincones de esas
montañas, subieron hasta la cumbre del Barva. Mientras caminaban casi
exhaustos de hambre y de cansancio, encontraron un inmenso tesoro, que
los indios, en su fuga, habían dejado oculto.
Sus espíritus
revivieron de gozo, pero uno de ellos sólo pudo disfrutarlo por pocas
horas; la enfermedad y la fatiga lo rindieron y murió, después de haber
encargado a su compañero que, con su oro, levantara allí una ermita a la
Virgen del Pilar, que es la patrona de los españoles.Este juró cumplir, pero luego la codicia lo aguijoneó haciéndolo pensar en adueñarse de todo el tesoro.
Enterró
a su amigo y, loco de ambición, cargó el tesoro y caminó toda la
anoche, y el siguiente día hasta que el sueño lo hizo tenderse a
descansar. Al despertar vio con espanto que se hallaba en el mismo sitio
donde había salido el día anterior y a la par de la tumba de su amigo.
Mientras trataba de convencerse de aquello, vio aparecer sobre unas
rocas una hermosa y bellísima muchacha que al mirarlo se cubrió el
rostro y comenzó a llorar.
Admirado corrió hacia ella para hablarle y preguntarle el motivo de su llanto.
Lloro...dijo ella, por los hombres sin fe y que no saben cumplir la palabra empeñada.
Mas lleno de asombro le preguntó quién era.
Pilar- dijo la niña y continuó llorando.
Recordando
aquél su promesa, de nuevo ofreció hacerle el templo, con todo el
tesoro, con tal que lo ayudara a salir del monte, pero ella entonces
despreció su ofrecimiento y siguió llorando, tanto, tanto, que con su
llanto fue llenando la oquedad del monte y como por encanto fue
deshaciéndose. El hombre, loco, desesperado, comenzó a buscarla alrededor
de la laguna, llamándola, pero en vano y en su grito de angustia murió
también.
Y es decir de las gentes, que por las noches, el que va a
dormir solo al monte, ve levantarse de la laguna la iglesia de la
Virgen del Pilar.
Corresponde a una leyenda popular que, según la cuenta la
historia, se presenta como el alma en pena de una mujer que asesinó o perdió a
su hijo, busca a estos en vano y asusta con su sobrecogedor llanto a quienes la
ven o la escuchan.
La tradición cuenta que se trataba de una
muchacha indígena muy hermosa, hija de un rey de la etnia huetar. Cuando la conquista
española, ella se enamoró de un español y él se enamoró de ella, por lo
que pidió su mano a su padre, pero este ya la había prometido a otro rey
indígena, por lo que su amor era imposible. Por esto, se veían secretamente
en lo alto de una cascada, para que el padre de ella no se diera cuenta. Ella
quedó embarazada y dio a luz un hijo, al cual escondió por temor a la ira de su
padre, el cual, sin embargo, se enteró del idilio, por lo que retó al español a
un duelo por haber deshonrado a su hija.
Intentando reconciliar a su padre y a su amado,
la mujer intervino, pero el padre le reveló que, enterándose de la existencia
del niño, se había apoderado de él y lo había arrojado desde lo alto de la
catarata. Luego, él la maldijo, y la condenó a vagar eternamente por las
orillas de los ríos buscando a su hijo perdido, perseguida por los espíritus
malignos y llorando su desgracia. Desesperada, la mujer huyó por el bosque
dando estridentes alaridos, mientras el indígena y el español se lanzaron a un
combate a muerte que le costó la vida a ambos. Desde entonces, los viajeros que
atraviesan los bosques en las noches calladas cuentan que, en la vera de los
ríos, se escuchan lamentos quejumbrosos, desgarradores y terribles que paralizan
la sangre: es la Llorona que busca a su hijo y cumple la maldición de su padre.
En la Costa Rica del siglo XIX y principios del XX, durante las noches, las calles de las ciudades costarricenses, en especial las de las zonas rurales, eran muy solitarias y oscuras. No existía la televisión y la gente acostumbraba a dormir temprano, a la vez que el alumbrado público se limitaba apenas a las principales calles del centro, todo lo cual era propicio para que se tejieran historias de espanto. Aunque el mito es conocido en todo el país, es en las poblaciones de Escazú y San José donde ha tomado más forma la mayoría de las versiones de la leyenda.
También se ha argumentado que una de las causas del origen de este mito se remontan más atrás, a la época de la colonia española, donde los colonos, ante la escasa población indígena que habitaba el país aún antes de la llegada de los conquistadores, se veían obligados a trabajar en la labranza de la tierra, actividad en la cual la carreta era una de sus principales herramientas.
El mito se habría forjado durante la epidemia de cólera de 1856. Con el pretexto de limpiar los tanques sépticos llenos de aguas negras, fuente de la infección, las autoridades de gobierno y médicas de la ciudad de San José habrían decidido elaborar un plan en donde se extraían las aguas contaminadas y se sacaban de la ciudad en barriles dentro de una carreta conducida por voluntarios, barriles que eran vaciados en el río Virilla.
Para evitar un escándalo por parte de la población debido a este acto ilícito, los voluntarios harían el trabajo vestidos de negro a altas horas de la noche, colocando también mantas negras sobre los bueyes, de modo que las personas que anduvieran en la calle a esas horas, habrían referido la visión de una carreta sin bueyes ambulante por las callejuelas de la ciudad. De este modo, podrían trabajar sin ser molestados, pues los supersticiosos pobladores, asustados, evitarían salir de noche.
Había una vez una pintoresca ciudad llamada Aserrí ubicada a 11 km al
sur de San José y gobernada por un español ilustre y bien parecido, de
quien la Bruja Zárate se enamoró perdidamente. El la despreció y
entonces ella juró vengar aquel desaire que le hizo el español. Días
después amanecía la aldea convertida en una enorme piedra, los
habitantes en animales de la montaña y el orgulloso español Pérez Colma
pasaba a la categorfa de pavo real.
La Zárate era una mujer
blanca, gorda, pequeña, de ojos grandes y negros, mirada maliciosa,
usaba peinado con dos trenzas, dueña de sí misma, solía curar a sus
enfermos y cuando le consultaban casos tristes, les obsequiaba frutas
que al llegar a sus casas estas se convertían en piedras preciosas y
monedas de oro.
Cierto día, un señor llamado Diógenes Olmedo fue a
visitar a la famosa Zárate, para ver si le daba suerte y fortuna.
Después de caminar cerca de seis horas, llegó al anochecer a la piedra y
cansado de dar vueltas alrededor de ella sin encontrar un medio para
poder hablar con la Bruja Zárate, resolvió recostarse en la piedra y
esperar. Esperó tanto que el cansancio lo dominó y se quedó dormido.
Horas después deliraba, mirando a su lado un árbol en cuyas ramas se
posaron unas blancas palomas diciéndole con voz humana: “Si quieres
hablar con la encantadora Zárate, da tres golpes a la piedra y dí las
siguientes palabras: -Busco en vano mi ideal… años caminando y siempre
en pie, linda Zárate escucha y ábreme por el amor al pavo real”.
Seguidamente las palomas retomaron el vuelo dejando caer pétalos
blancos.
Diógenes despertó… Ya era medianoche, levantándose dió
tres golpes a la piedra y al mismo tiempo repitió las palabras que le
habían dicho las palomas. En ese instante la piedra se iluminó, apareció
la Zárate con un chal tinto cruzado por los hombros, en sus dedos un
cigarrillo encendido y en la otra sujetaba con una cadena un lindo pavo
real. Se dirigió con amabilidad al pobre hombre que temblaba de pavor
diciéndole: ¿Qué de mi, buen hombre. En que puedo complacerte? Diógenes,
tomando valor se acercó, la saludó inclinándose y luego le contó su
doliente historia, su viudez, sus hijos enfermos y hambrientos. La Bruja
Zárate. como si recordara algo y pensativa le preguntó: ¿Cuánto tiempo
hace que murió tu esposa y cómo se llamaba? El pobre hombre le
respondió: -Ella no murió… hace dos años salieron ella y unas amigas a
bañarse a un río en la montaña… nunca más se supo de ella ni de sus
amigas, desaparecieron misteriosamente… su nombre era Lupita Olmedo.
La
Zárate movió sus cejas, aspiró el humo de su cigarrillo y con una
carcajada estripitosa enfrió la sangre del pobre hombre y le dijo:
“Conmovida por tu amargo sufrir y porque me has pedido por el amor de mi
ave favorita, el pavo real, te voy a dar lo que necesitas”. Caminaron
una hora montaña arriba y por fin llegaron a una planicie en donde una
hermosa laguna rodeada de bambues, toronjas y limones emergían de ese
bello lugar, la bruja tomó varias toronjas y le dijo: Toma, aquí tienes
el alimento de tus hijos”. Diógenes llenó su alforja con los frutos, en
ese instante doce palomas blancas se posaron sobre los bambues y la
bruja Zárate le dijo: “Puedes marcharte ya, esas palomas te serán de
guía”.
Regresaba el pobre hombre pensativo y desilusionado,
llevando en los hombros aquel cargamento de toronjas y en el alma la
promesa de una mujer coqueta y repugnante. ¿Para qué tanta fruta y
tantas palabras vanas?… Llegando a la mitad del camino y sintiendo
aquella pesada carga decidió aliviarla, y arrojó seis toronjas por un
precipicio hasta llegar a un río y desaparecer.
Más aliviado prosiguió
su camino, sus hijos lo divisaron y echaron a correr hacia el
preguntándole que les había mandado la señora Zárate. Diógenes fingiendo
alegría, les contó que ella les mandaba unas hermosas toronjas y que al
día siguiente llegarían doce palomas blancas a darles una sorpresa. Los
niños se durmieron esa noche, esperando el día siguiente para atrapar
las palomitas y divertirse con las toronjas. Al día siguiente las
toronjas amanecieron convertidas en oro puro, y más tarde Diógenes y los
niños percibieron el ladrido de los perros y pisadas de caballos, cuál
sería la sorpresa al ver que regresaban las doce paseantes que una
mañana, felices fueron a la montaña y no regresaron. Lupita Olmedo venía
adelante galopando para estrechar a sus hijos y su inconsolable esposo.
Y contaban que la bruja Zárate, al verlas bañandose en el río tuvo la
ocurrencia de convertirlas en palomas blancas y que formarían así su
corte de honor. En cuanto al pavo real, le prometió que tan pronto
consienta en ser su esposo, le devuelve su forma primitiva, pero el
honorable español conservará su abolengo, es preciso resignarse a ser
pavo real prisionero, antes que esposo de la hechicera en libertad.
La leyenda del cadejo o cadejos está presente en casi todo centroamérica, se
trata de un perro enorme de color blanco y ojos rojos que protege a los hombres
cuando llegan a altas horas de la noche, sin embargo el cadejo tiene un
enemigo, el cadejo negro, un ser diabólico que ataca y mata a las personas de
dudosa moral, cuando ambos el espíritu protector y el diabólico se encuentran
comienza entre ambos una lucha a muerte que normalmente da tiempo a la persona
a huir. El cadejo blanco como protector acompaña al hombre que trasnocha hasta
su casa lo hace muchas veces
desde las sombras y sin dejarse ver, normalmente se siente como un presencia
que no puedes localizar. Su finalidad es defender al borracho o trasnochador
del cadejo negro
El cadejo negro dependiendo de la cultura que enfoca la leyenda puede tener dos
fines, matar a las personas de dudosa moral a las que no puede defender el
cadejo blanco siempre a altas horas de la noche, o simplemente golpearle y
aplastarle, en ambas creencias el cadejo nunca muerde (salvo en su lucha con el
cadejo blanco) y causa el daño golpeando y aplastando, debido a su gran tamaño
deja al hombre al que ataca como si hubiera recibido una paliza.
Costa
Rica
Otra versión de Costa Rica (donde es conocido como "Cadejos") dice
que fue en otro tiempo un sacerdote, el cual deformó el sentido religioso de la
comunidad en la que era cura párroco. Por ello, Dios lo castigó condenándole a
permanecer cien años en la figura de un animal. Pasados los cien años, el
Cadejos se suicidó arrojándose al cráter del volcán Poás. Pero se dice que no
murió y que es él quien provoca los estremecimientos del coloso. La leyenda
afirma que el Cadejos es un espectro con forma de perro negro cargado de
cadenas. Sus ojos refulgen en la noche y su cola es larga y mechuda. Tiene
patas de cabra y dientes de jaguar.
Se dice que es eterno aliado del hombre. Cuida a los borrachos al volver a sus
casas, y amedrenta a los niños desobedientes.