sábado, 16 de mayo de 2015

La leyenda del Barva



En aquellos tiempos en que los conquistadores españoles ocupaban nuestros territorios, dos de ellos, perdidos en los rincones de esas montañas, subieron hasta la cumbre del Barva. Mientras caminaban casi exhaustos de hambre y de cansancio, encontraron un inmenso tesoro, que los indios, en su fuga, habían dejado oculto.

Sus espíritus revivieron de gozo, pero uno de ellos sólo pudo disfrutarlo por pocas horas; la enfermedad y la fatiga lo rindieron y murió, después de haber encargado a su compañero que, con su oro, levantara allí una ermita a la Virgen del Pilar, que es la patrona de los españoles.Este juró cumplir, pero luego la codicia lo aguijoneó haciéndolo pensar en adueñarse de todo el tesoro.

Enterró a su amigo y, loco de ambición, cargó el tesoro y caminó toda la anoche, y el siguiente día hasta que el sueño lo hizo tenderse a descansar. Al despertar vio con espanto que se hallaba en el mismo sitio donde había salido el día anterior y a la par de la tumba de su amigo. Mientras trataba de convencerse de aquello, vio aparecer sobre unas rocas una hermosa y bellísima muchacha que al mirarlo se cubrió el rostro y comenzó a llorar.

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Admirado corrió hacia ella para hablarle y preguntarle el motivo de su llanto.
Lloro...dijo ella, por los hombres sin fe y que no saben cumplir la palabra empeñada.
Mas lleno de asombro le preguntó quién era.
 Pilar- dijo la niña y continuó llorando.

Recordando aquél su promesa, de nuevo ofreció hacerle el templo, con todo el tesoro, con tal que lo ayudara a salir del monte, pero ella entonces despreció su ofrecimiento y siguió llorando, tanto, tanto, que con su llanto fue llenando la oquedad del monte y como por encanto fue deshaciéndose. El hombre, loco, desesperado, comenzó a buscarla alrededor de la laguna, llamándola, pero en vano y en su grito de angustia murió también.
Y es decir de las gentes, que por las noches, el que va a dormir solo al monte, ve levantarse de la laguna la iglesia de la Virgen del Pilar.

La Llorona


Corresponde  a una leyenda popular que, según la cuenta la historia, se presenta como el alma en pena de una mujer que asesinó o perdió a su hijo, busca a estos en vano y asusta con su sobrecogedor llanto a quienes la ven o la escuchan.




La tradición cuenta que se trataba de una muchacha indígena muy hermosa, hija de un rey de la etnia huetar. Cuando la conquista española, ella se enamoró de un español y él se enamoró de ella, por lo que pidió su mano a su padre, pero este ya la había prometido a otro rey indígena, por lo que su amor era imposible. Por esto, se veían secretamente en lo alto de una cascada, para que el padre de ella no se diera cuenta. Ella quedó embarazada y dio a luz un hijo, al cual escondió por temor a la ira de su padre, el cual, sin embargo, se enteró del idilio, por lo que retó al español a un duelo por haber deshonrado a su hija.


Intentando reconciliar a su padre y a su amado, la mujer intervino, pero el padre le reveló que, enterándose de la existencia del niño, se había apoderado de él y lo había arrojado desde lo alto de la catarata. Luego, él la maldijo, y la condenó a vagar eternamente por las orillas de los ríos buscando a su hijo perdido, perseguida por los espíritus malignos y llorando su desgracia. Desesperada, la mujer huyó por el bosque dando estridentes alaridos, mientras el indígena y el español se lanzaron a un combate a muerte que le costó la vida a ambos. Desde entonces, los viajeros que atraviesan los bosques en las noches calladas cuentan que, en la vera de los ríos, se escuchan lamentos quejumbrosos, desgarradores y terribles que paralizan la sangre: es la Llorona que busca a su hijo y cumple la maldición de su padre.





La Carreta sin Bueyes


En la Costa Rica del siglo XIX y principios del XX, durante las noches, las calles de las ciudades costarricenses, en especial las de las zonas rurales, eran muy solitarias y oscuras. No existía la televisión y la gente acostumbraba a dormir temprano, a la vez que el alumbrado público se limitaba apenas a las principales calles del centro, todo lo cual era propicio para que se tejieran historias de espanto. Aunque el mito es conocido en todo el país, es en las poblaciones de Escazú y San José donde ha tomado más forma la mayoría de las versiones de la leyenda.
También se ha argumentado que una de las causas del origen de este mito se remontan más atrás, a la época de la colonia española, donde los colonos, ante la escasa población indígena que habitaba el país aún antes de la llegada de los conquistadores, se veían obligados a trabajar en la labranza de la tierra, actividad en la cual la carreta era una de sus principales herramientas.



El mito se habría forjado durante la epidemia de cólera de 1856. Con el pretexto de limpiar los tanques sépticos llenos de aguas negras, fuente de la infección, las autoridades de gobierno y médicas de la ciudad de San José habrían decidido elaborar un plan en donde se extraían las aguas contaminadas y se sacaban de la ciudad en barriles dentro de una carreta conducida por voluntarios, barriles que eran vaciados en el río Virilla.
Para evitar un escándalo por parte de la población debido a este acto ilícito, los voluntarios harían el trabajo vestidos de negro a altas horas de la noche, colocando también mantas negras sobre los bueyes, de modo que las personas que anduvieran en la calle a esas horas, habrían referido la visión de una carreta sin bueyes ambulante por las callejuelas de la ciudad. De este modo, podrían trabajar sin ser molestados, pues los supersticiosos pobladores, asustados, evitarían salir de noche.




La Piedra de Aserrí y la Bruja Zárate




Había una vez una pintoresca ciudad llamada Aserrí ubicada a 11 km al sur de San José y gobernada por un español ilustre y bien parecido, de quien la Bruja Zárate se enamoró perdidamente. El la despreció y entonces ella juró vengar aquel desaire que le hizo el español. Días después amanecía la aldea convertida en una enorme piedra, los habitantes en animales de la montaña y el orgulloso español Pérez Colma pasaba a la categorfa de pavo real.

La Zárate era una mujer blanca, gorda, pequeña, de ojos grandes y negros, mirada maliciosa, usaba peinado con dos trenzas, dueña de sí misma, solía curar a sus enfermos y cuando le consultaban casos tristes, les obsequiaba frutas que al llegar a sus casas estas se convertían en piedras preciosas y monedas de oro.

Cierto día, un señor llamado Diógenes Olmedo fue a visitar a la famosa Zárate, para ver si le daba suerte y fortuna. Después de caminar cerca de seis horas, llegó al anochecer a la piedra y cansado de dar vueltas alrededor de ella sin encontrar un medio para poder hablar con la Bruja Zárate, resolvió recostarse en la piedra y esperar. Esperó tanto que el cansancio lo dominó y se quedó dormido. Horas después deliraba, mirando a su lado un árbol en cuyas ramas se posaron unas blancas palomas diciéndole con voz humana: “Si quieres hablar con la encantadora Zárate, da tres golpes a la piedra y dí las siguientes palabras: -Busco en vano mi ideal… años caminando y siempre en pie, linda Zárate escucha y ábreme por el amor al pavo real”. Seguidamente las palomas retomaron el vuelo dejando caer pétalos blancos.



 La Piedra de Aserrí y la Bruja Zárate
Diógenes despertó… Ya era medianoche, levantándose dió tres golpes a la piedra y al mismo tiempo repitió las palabras que le habían dicho las palomas. En ese instante la piedra se iluminó, apareció la Zárate con un chal tinto cruzado por los hombros, en sus dedos un cigarrillo encendido y en la otra sujetaba con una cadena un lindo pavo real. Se dirigió con amabilidad al pobre hombre que temblaba de pavor diciéndole: ¿Qué de mi, buen hombre. En que puedo complacerte? Diógenes, tomando valor se acercó, la saludó inclinándose y luego le contó su doliente historia, su viudez, sus hijos enfermos y hambrientos. La Bruja Zárate. como si recordara algo y pensativa le preguntó: ¿Cuánto tiempo hace que murió tu esposa y cómo se llamaba? El pobre hombre le respondió: -Ella no murió… hace dos años salieron ella y unas amigas a bañarse a un río en la montaña… nunca más se supo de ella ni de sus amigas, desaparecieron misteriosamente… su nombre era Lupita Olmedo. 

La Zárate movió sus cejas, aspiró el humo de su cigarrillo y con una carcajada estripitosa enfrió la sangre del pobre hombre y le dijo: “Conmovida por tu amargo sufrir y porque me has pedido por el amor de mi ave favorita, el pavo real, te voy a dar lo que necesitas”. Caminaron una hora montaña arriba y por fin llegaron a una planicie en donde una hermosa laguna rodeada de bambues, toronjas y limones emergían de ese bello lugar, la bruja tomó varias toronjas y le dijo: Toma, aquí tienes el alimento de tus hijos”. Diógenes llenó su alforja con los frutos, en ese instante doce palomas blancas se posaron sobre los bambues y la bruja Zárate le dijo: “Puedes marcharte ya, esas palomas te serán de guía”.
Regresaba el pobre hombre pensativo y desilusionado, llevando en los hombros aquel cargamento de toronjas y en el alma la promesa de una mujer coqueta y repugnante. ¿Para qué tanta fruta y tantas palabras vanas?… Llegando a la mitad del camino y sintiendo aquella pesada carga decidió aliviarla, y arrojó seis toronjas por un precipicio hasta llegar a un río y desaparecer. 

Más aliviado prosiguió su camino, sus hijos lo divisaron y echaron a correr hacia el preguntándole que les había mandado la señora Zárate. Diógenes fingiendo alegría, les contó que ella les mandaba unas hermosas toronjas y que al día siguiente llegarían doce palomas blancas a darles una sorpresa. Los niños se durmieron esa noche, esperando el día siguiente para atrapar las palomitas y divertirse con las toronjas. Al día siguiente las toronjas amanecieron convertidas en oro puro, y más tarde Diógenes y los niños percibieron el ladrido de los perros y pisadas de caballos, cuál sería la sorpresa al ver que regresaban las doce paseantes que una mañana, felices fueron a la montaña y no regresaron. Lupita Olmedo venía adelante galopando para estrechar a sus hijos y su inconsolable esposo. Y contaban que la bruja Zárate, al verlas bañandose en el río tuvo la ocurrencia de convertirlas en palomas blancas y que formarían así su corte de honor. En cuanto al pavo real, le prometió que tan pronto consienta en ser su esposo, le devuelve su forma primitiva, pero el honorable español conservará su abolengo, es preciso resignarse a ser pavo real prisionero, antes que esposo de la hechicera en libertad.

El Cadejo





La leyenda del cadejo o cadejos está presente en casi todo centroamérica, se trata de un perro enorme de color blanco y ojos rojos que protege a los hombres cuando llegan a altas horas de la noche, sin embargo el cadejo tiene un enemigo, el cadejo negro, un ser diabólico que ataca y mata a las personas de dudosa moral, cuando ambos el espíritu protector y el diabólico se encuentran comienza entre ambos una lucha a muerte que normalmente da tiempo a la persona a huir.
El cadejo blanco como protector acompaña al hombre que trasnocha hasta su casa lo hace muchas veces desde las sombras y sin dejarse ver, normalmente se siente como un presencia que no puedes localizar. Su finalidad es defender al borracho o trasnochador del cadejo negro
El cadejo negro dependiendo de la cultura que enfoca la leyenda puede tener dos fines, matar a las personas de dudosa moral a las que no puede defender el cadejo blanco siempre a altas horas de la noche, o simplemente golpearle y aplastarle, en ambas creencias el cadejo nunca muerde (salvo en su lucha con el cadejo blanco) y causa el daño golpeando y aplastando, debido a su gran tamaño deja al hombre al que ataca como si hubiera recibido una paliza.




 Costa Rica

Otra versión de Costa Rica (donde es conocido como "Cadejos") dice que fue en otro tiempo un sacerdote, el cual deformó el sentido religioso de la comunidad en la que era cura párroco. Por ello, Dios lo castigó condenándole a permanecer cien años en la figura de un animal. Pasados los cien años, el Cadejos se suicidó arrojándose al cráter del volcán Poás. Pero se dice que no murió y que es él quien provoca los estremecimientos del coloso. La leyenda afirma que el Cadejos es un espectro con forma de perro negro cargado de cadenas. Sus ojos refulgen en la noche y su cola es larga y mechuda. Tiene patas de cabra y dientes de jaguar.
Se dice que es eterno aliado del hombre. Cuida a los borrachos al volver a sus casas, y amedrenta a los niños desobedientes.